Más allá de Adolescence (y Netflix). La infancia, adolescencia y familia en el cine.
- Sergio Domínguez Cañestro
- 7 abr
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 10 abr

SOBRE EL CONSENSO Y SUS GRIETAS
Estamos en una sociedad abrumadora. De repente el último producto de una gran empresa emerge y parece tocar algo de lo más sensible de nuestras preocupaciones, de nuestro profundo malestar, de nuestras angustias compartidas. Y de repente toda la sociedad y sus dispositivos, sin excepción, entran en un consenso y todos a la una hablan de esa producción cultural; desde la crítica cinematográfica a la prensa generalista, en las familias, las amistades, en el trabajo. Aparece en el discurso universitario, en el psicológico, psiquiátrico, sociológico, artístico...Todo el mundo está de acuerdo: hay que hablar de la serie Adolescence, desde cualquier lugar. Esto hace que la serie crezca exponencialmente y casi sea de obligación ciudadana el visionado, ya sea familias o profesionales.
La adolescencia nos atraviesa, sobre todo porque se nos presenta como un enigma irresoluble, un lugar ya transitado por todos, pero señalado en la actualidad porque entre otras cosas somos incapaces de comprender, y porque no decirlo, de controlar. La adolescencia es el momento de la separación y eso nos angustia a todos sin excepción.
Adolescence es una propuesta que está por encima del nivel artístico y de contenido de lo que estamos acostumbrados con el algoritmo de Netflix. Pero es necesario abrir algunas grietas, hacer algunos apuntes a esa especie de consenso social que se ha instalado, desde una posición humilde pero honesta y sin ánimo de profundizar (por el formato) pero si de destacar.
Hay que decir que la historia del cine nos ha dejado películas para pensar la infancia, la adolescencia y la familia muchísimo más desgarradoras, inquietantes, sinceras, menos maniqueas y más profundas que Adolescence (al final dejaré algunas películas de referencia).

SOBRE LA PROPUESTA DEL PLANO SECUENCIA
Respecto a la propuesta del plano secuencia, sin duda en la historia del cine ya encontramos críticos y artistas que defienden el plano secuencia como uno de los recursos que acerca más la ficción a la realidad. Es esa manera de contar que permite a los actores ser más auténticos y realistas, pues su interpretación tiene que seguir adelante sin cortes. Además, para los que piensan que el cine es la expresión de la realidad, una cámara que grabe sin cortar una escena es lo máximo a lo que se puede aspirar para que el cine nos sirva como objeto de conocimiento. En esta serie es técnicamente magistral el uso del plano secuencia. Pero recordando el famoso artículo de El travelling de Kapo y cómo Serge Daney critica precisamente el uso del travelling para embellecer una muerte en un campo de concentración considerándolo inmoral. Podemos apelar a Godard cuando dijo aquello de que la cuestión moral es el montaje. Lo que quiero decir que el uso del plano secuencia en esta historia está lleno de moralina.
El plano secuencia le da una intensidad y ritmo fabuloso a la serie, que hace que la historia te atrape y no te abandone. Pero hay momentos en el que el acercamiento de la cámara a la cara de los personajes y la aparición de una música desgarradora justo en esos momentos hace que la narrativa se sitúe en un exceso de drama, cercano a una “pornografía” emocional que en ocasiones puede llegar a dar vergüenza ajena. El final es buena prueba de ello (atención spoiler).
Acabar la historia con un padre destrozado, derrumbado y culpabilizándose delante de un peluche al que acaba arropando en sustitución del hijo perdido, mientras que llora desconsoladamente, perdónenme, eso es apelar a la máxima sensiblería de un discurso cerrado que no permite hacerse preguntas. ¿Qué podemos decir allí dónde hay tanta devastación?
SOBRE LO QUE NO SABEMOS DE LA ADOLESCENCIA
Otro aspecto sorprendente, es que la historia sitúe a los policías y a su investigación policial, en un afuera, en un lugar donde no tienen ni idea de lo que ocurre. Es cierto que en ocasiones estamos muy lejos de saber qué les sucede a nuestros adolescentes, pero hace muchísimo tiempo que los dispositivos de control, como la policía, investigan y conocen cuáles son los discursos de las redes sociales. Ya no estamos ante un fenómeno nuevo sino ante un fenómeno que muta muy deprisa, que nos cuesta seguir porque es escurridizo y porque lo conforma un imaginario volátil y efímero. Pero de ahí a proponer que nadie se entera de lo que ocurre, más bien podríamos decir que no queremos saber lo que ocurre, que renunciamos a ese saber y que miramos para otro lado pensando que lo traumático siempre le va a ocurrir al otro. Digo esto porque es posible que nos perdamos en el mundo adolescente, pero la serie plantea un conflicto de extremos que hace que sea una propuesta maniquea. Es lo que sucede cuando en el último capítulo los padres hablan sobre lo que han podido hacer mal. Es una reflexión lógica cuando se desvela que el hijo ideal es un sujeto absolutamente desconocido por lo familiar, cuando lo siniestro que diría Freud entra en juego ¿Pero nuestro hijo es así?

SOBRE EL CAMBIO DE VALORES GENERACIONAL. FISURAS Y NOSTALGIA
En este punto el afligido padre, nos relata una infancia terrible, dominada por la violencia de un padre que le azotaba con la correa y lo contrapone con la conjura que el mismo se hizo de que jamás pegaría a sus hijos. Esto es una versión del padre tiránico y de cómo el hijo una vez muerto el padre desea superarlo, ser mejor que él. El protagonista explica una historia de un padre temido sin fisuras, que incluso no cumplía la función de proveedor porque vivían en la escasez, cómo explica cuando se nos dice que de pequeño no tenían nada para su cumpleaños tan solo una naranja. La serie parece sugerir que existe un cambio generacional que va desde un padre tiránico a un padre permisivo con la ley. Pero es llamativo que el protagonista cumpla 50 años, es decir que nació en mitad de los 70. Podemos imaginar que en un supuesto oscuro Liverpool en los 70, era normal ese maltrato infantil, y que por tanto el pasado no fue un paraíso sino un infierno que curtió a la generación cuarentona y cincuentona. Pero eso es un discurso nostálgico que tiene fisuras por todos lados. Seguramente había maltrato en aquella época, como lo hay en esta, porque siempre lo hay. Pero los niños de los 70 en las sociedades capitalistas avanzadas, ya crecieron en una sociedad de consumo plena. En las décadas de los 70 y 80 ya había objetos que saturaban a los sujetos. No como ahora evidentemente, pero en los 70 ya estábamos en plena posmodernidad, donde el objeto era el rey para tapar la falta. Los niños de aquella época ya gozaban con objetos de consumo del mercado, no al nivel actual, pero sin escasez de ellos.
Evidentemente en los 80 había heroína y otras drogas, crisis social, paro provocado por la emergencia del sistema neoliberal, violencia de tribus urbanas y movimientos reaccionarios. Pero pensar al padre de la serie como referente de una generación de personas de 50 años que fueron criadas en un entorno violento y de escasez para justificar el cambio en la educación y nuestros hijos me parece muy burdo y que provoca una asociación de ideas referidas a que nosotros lo tuvimos más difícil y salimos adelante y ahora ellos que lo tienen todo nos lo pagan así. Hicimos lo que pudimos.

POTENCIA ESCENICA DEL JOVEN JAMIE.
Quisiera hablar también del celebrado tercer capítulo. Sin duda, el actor adolescente protagonista es un prodigio, domina la escena como un fuera de serie, es increíble como puede mostrar vulnerabilidad y transformarse de manera que te sea imposible dejar de mirar y que te encoja el corazón, de horror y piedad que diría Aristóteles. La actriz que encarna la psicóloga clínica, lo expresa a la perfección con su cara. Pero para mi no deja de ser un recurso artístico que nos dice mucho de la propuesta escénica y cinematográfica pero no sé si nos sirve para un análisis riguroso de la realidad. Si algo sorprende en la serie, es que no propone causas de lo que ocurre y las que propone son pinceladas sin más, utilizadas más por necesidad de que el guion tenga una coherencia que por profundizar y analizar lo que le ocurre a un joven adolescente y a la adolescencia en general. Quiero decir con esto, que el joven parece más poseído por una especie de Doctor Jekyll y Mr. Hyde pero sin causa aparente, simplemente se transforma en algún momento del discurso y puntualizado por la necesidad cinematográfica de golpear al espectador, sacando toda su ira y realizando una descarga emocional que vuelve al punto de partida sin más. No podemos reconocer elementos que motiven su comportamiento, encontrar o al menos sugerir la causa, una palabra que juegue de detonante, una mirada, algo que irrumpa en la escena. Tal vez en un análisis más profundo, podríamos encontrarla, o alguien lo ha hecho ya, yo reconozco que no la he encontrado pero que tal vez en un análisis más profundo se puedan apreciar. Pero me da la sensación de que la falta de causas aparentes o inconscientes puede dar lugar a que la explicación venga del lado de los discursos que desresponsabilizan al sujeto, como por ejemplo el discurso de la neurociencia que tienen de la adolescencia. Ya saben la idea de que hay aspectos de su desarrollo cerebral que aún no están dentro de la normalidad y que es lógico que provoque cambios inesperados de humor, que les haga tomar malas decisiones y cosas así, no es cosa del sujeto, es cosa del organismo que aún no está desarrollado del todo o tal vez se trata de un factor genético, de un déficit fisiológico.
La psicóloga clínica aquí nos ayuda poco, pues más bien funciona como una especie sparring, de espejo para lucimiento del actor. Podemos observar que se da alguna transferencia o más bien se propone una alianza terapéutica, que diría la psicología y también se aprecia un deseo de la psicóloga de situarse en situación de sujeto supuesto saber neutro y profesional para entender pero que claramente fracasa, porque el Otro le desborda. Solo parece quedarle el horror, en este caso observamos la denuncia de los fracasos de los saberes de los dispositivos hipermodernos e institucionales.
A PESAR DE TODO
Lo mejor sin duda son las interpretaciones, la elección del tema, el esfuerzo por hacer algo diferente y cómo muestra la impotencia de las instituciones, el colegio desbordado, incapaz de ser y ejercer ningún tipo de autoridad u orientación a unos jóvenes que han asaltado el poder ante unos profesores desquiciados, que o bien optan por gritar desesperadamente o por huir. La serie muestra a la perfección la deflación del padre en la sociedad actual. Las instituciones no sirven para sustituir la ley del padre ni como límite al goce infinito de los objetos. Las risas del niño que pregunta a la policía si hay de verdad un video del asesinato, o los jóvenes que persiguen al padre acosándolo como si fuera un simple juego lo advierten.
PARA CONCLUIR
Adolescence es una buena propuesta, que nos permite debatir, pero no hay que olvidar que existen otras películas que favorecen ese debate, que no es la primera ni la mejor en ponernos contra la pared y que necesitamos saberes que puedan acercarse a lo que les sucede a los jóvenes, que no renuncien a saber, a acercarse a la verdad, a lo real. No es que los adolescentes sean un enigma, es que todo sujeto lo es. No podemos abandonarlos y pensar que las causas no son ajenas y que en realidad no entendemos nada y que algo habremos hecho mal.
No podemos darnos por vencidos, ni por nosotros ni por ellos.
Para quién le interese en el pequeño video podéis ver una selección de películas de la historia del cine, de diferentes países que tratan la infancia, adolescencia y la familia.
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