top of page

¿En que lugar y momento surgió el psicoanálisis?


La fascinante Viena-fin-de-siècle


La música. G. Klimt, 1895.
La música. G. Klimt, 1895.

Klimt y Rodin se habían sentado junto a dos jóvenes mujeres de considerable belleza, y Rodin las contemplaba embelesado. Alfred Grünfeld, que había sido pianista de la corte del emperador Guillermo I y vivía entonces en Viena, se sentó al piano en el gran salón, con las dobles puertas abiertas de par en par. Klimt se acercó a él y le pidió: “Por favor, tóquenos algo de Schubert”. Y Grünfeld, puro en boca, tocó melodías etéreas que se quedaban flotando en el ambiente con el humo del cigarro.

Rodin se inclinó hacia Klimt y dijo: “Jamás había experimentado una atmósfera como ésta: su trágico y magnífico fresco de Beethoven; su exposición, inolvidable, catedralicia; y ahora este jardín, estas mujeres, esta música…, y todo en este entorno de felicidad de infantil júbilo. ¿Qué es lo que provoca todo esto?”.

Y Klimt, asintiendo parsimoniosamente con aquella hermosa cabeza suya, respondió con una sola palabra: “Austria”[1].

No he encontrado palabras que expresaran y definieran mejor el ambiente, sin duda mítico, que se

podía vivir en la Viena de Fin de Siglo, que este párrafo citado en el prefacio de la obra del premio nobel Eric Kandel, La era del inconsciente: la exploración del inconsciente en el arte, la mente y el cerebro. Extraído de la autobiografía de Berta Zuckerkandl, escritora, periodista, crítica de arte y salonnière vienesa que conoceréis, entre otros personajes de la época, a lo largo de este trabajo que intenta contextualizar la época de Freud, para entender la influencia de su obra y pensamiento en la transformación de la sociedad.

Y es que la sociedad de fin-de-siècle en Viena no se puede entender sin la influencia de las expresiones culturales y artísticas, cuya intensidad fue posible gracias a la involucración de la burguesía vienesa, especialmente la judía. Como dice Stefan Zweig, 2018, en su célebre libro El mundo de ayer, que es una autobiografía referente a la hora de conocer como era el mundo europeo en la Belle époque;

 “…los judíos desde siembre habían amado a esta ciudad (Viena) y se habían aclimatado a ella, pero tan solo a través de su amor por el arte se sintieron ciudadanos de pleno derecho y auténticos vieneses, quién quería hacer algo nuevo en Viena no podía prescindir de la burguesía judía”.



ree

A finales del siglo XIX, Viena era una ciudad que se podía equiparar a cualquier otra capital europea de la Belle Époque, aunque sin llegar a ser una megalópolis. Se erigió en una ciudad europea, moderna, racional y monumental que el citado Zweig llegó a comparar en impacto y prestigio artístico con los estados italianos del renacimiento.

En una época donde el cinematógrafo todavía no llegaba a todas las masas; el teatro y la literatura eran las pasiones de muchos. La vida cultural se movía alrededor de una institución muy representativa de aquella Viena, el café vienés. Así en 1897 aparecía en el mundo de la cultura la llamada Secesión Vienesa como un proyecto de renovación artístico que buscaba reinterpretar los estilos del pasado, cuyo primer presidente fue Gustav Klimt. En 1903 se formaba una nueva agrupación de artistas, en torno a los llamados Talleres Vieneses, en los que participan una agrupación de artistas visuales, arquitectos y diseñadores entre los que destacaban pintores como el propio Klimt además de Egon Schiele, Oskar Kokoschka entre otros. En la literatura europea irrumpió con fuerza el realismo de Zola, Strindberg y Dostoievski. En cambio, en la Viena en 1897 destacaron escritores que integraban el movimiento modernista vienés y que configuraban el grupo la Joven de Viena, que rechazaban el naturalismo y experimentaban con el simbolismo e impresionismo. Donde destacaron Arthur Schintzler, amigo de Freud, Hermann Bahr, Hugo von Hofmannsthal y el popular y satírico periodista Karl Kraus, por citar los más representativos.


Pero no podemos obviar la doble moral de aquella vieja y deslumbrante Viena. El historiador Philip Blom explica como la sociedad vienesa vivía una realidad que contenía una belleza y unas certezas tan solo aparentes, efímeras y cambiantes. Y que los vieneses se sentían atrapados en una sociedad regidas por unos valores éticos y estéticos, fijos artificiosos y represivos (Blom, 2013).

Y es que el esplendor cultural no estaba exento de contradicciones y el historiador Schorske, 2011, expone como los valores de aquella Viena eran a nivel científico; de culto a la razón, rechazo del mundo de los instintos y de la adopción del progreso científico-tecnológico y a nivel estético se centraba en el cultivo de las artes. En cambio, a nivel moral se adoptaban los valores victorianos a través de rígidas y represivas convenciones morales y sociales, donde las autoridades, la nobleza y la alta burguesía tendían a evadir y encubrir los problemas de una sociedad basada desde el punto vista moral en el artificio y en mantener las apariencias por encima de cualquier realidad. Esta doble moral e hipocresía austriaca era denunciada en la literatura por Arthur Schnitzler y por intelectuales como Sigmund Freud.


En este sentido, citar a Roudinesco, 2016, cuando dice que;

Los pacientes y los primeros discípulos de Freud se parecían a personajes proustianos, que cultivaban tanto la angustia de ser ellos mismo como la dicha de una libertad individual por fin conquistada dentro de una sociedad profundamente desigual donde los obreros, los campesinos y los pobres vivían en condiciones miserables.


Los judíos en Viena



ree

En 1900 los judíos constituían casi el 9% de la población en Viena, en 1910 era la ciudad europea con mayor población judía después de Varsovia y Budapest.

A pesar de todo, la época victoriana estaba dando lugar a la época de Freud, un tiempo de transición social y confusión. El XIX había sido un siglo de cambios rápidos, con retos y éxitos espectaculares. La clase media recién configurada se enfrentaba a exigencias sin precedentes de los partidos políticos radicales de los obreros organizados y de los movimientos feministas, a la vez que al desprecio de los intelectuales de vanguardia.

Aunque no hay que olvidar que Viena estaba gobernada por una milenaria monarquía parlamentaria cercana al absolutismo, además de contar con un alcalde Karl Lueger, totalmente antisemita que juró eliminar a los judíos de la vida pública.

El socialismo, también tenía protagonismo judío en la política austriaca con el doctor Víctor Adler como representante destacado y más adelante Otto Bauer, el hermano de la protagonista del célebre caso clínico escrito por Freud; Dora, Ida Bauer.


El sexo, el papel de la mujer y la prostitución



El burdel, Van Gogh, 1888
El burdel, Van Gogh, 1888

En la modernidad vienesa se empiezan a cuestionar las certezas del pasado y eso afecta también a las relaciones entre los sexos y el papel tradicional de la mujer que empiezan a mostrar cierto compromiso político y que ponen por primera vez sobre la mesa el tema de la emancipación.

El principal espacio en el que las vienesas acomodadas pudieron desarrollar sus actividades políticas, sociales, artísticas e intelectuales fueron los salones vieneses. Regentados por mujeres, florecieron en Viena a finales del siglo XIX y comienzos del XX.  Las mujeres de la familia Wertheimstein, una familia rica e intelectual de orígenes judíos tenían los salones literarios de más prestigio donde recibían las visitas de pintores, científicos, médicos, industriales, gente de teatro, de la música de la literatura.  Se trataba de un salón cosmopolita y liberal en el que predominaba el debate intelectual[1].

Pero la mujer que actuó con más éxito como mecenas del arte de vanguardia fue Berta Szeps-Zuckerkandls, esposa de un reputado médico anatomista, Emil Zuckerkandl. Berta daba a conocer nuevos artistas, sobre todo franceses como el propio August Rodin. Se dice que fue en su salón donde se gestó el movimiento de la Secesión ya que acudían artistas como Klimt, Kokoschka, Schnitzler, Zweig…

Estas mujeres eran procedentes de familias judía de alto nivel cultural porque los judíos también defendían la educación para sus hijas ya que entendían la cultura como un logro espiritual.

En 1904, Berta, llegó a abrir junto a su marido una escuela experimental femenina vanguardista donde enseñaba el propio joven Kokoschka. Otra protectora de las artes, sobre todo del arte de vanguardia, fue Margaret Stonboroug Wittgenstein, hermana del filósofo Ludwig Wittegenstein, que fue incluso retratada por Klimt y se dice que entre sus amigos se contaba con Freud[2]

Algunas mujeres también se interesaron por labores pedagógicas como la escuela privada para señoritas, en la creencia muy liberal de que la medicación de la mujer no podía darse sin antes permitirle el acceso a la educación

También citar como mujer destacable a Alma Schindler, mujer de Gustav Mahler, quien vio cortada su libertad artística al contraer matrimonio con el músico que la obligó a abandonar sus expresiones artísticas con tal de dedicarse a sus tareas conyugales y familiares. Aun así, siguió relacionándose con los círculos artístico y además se hizo amante del pintor Oskar Kokoschka y del arquitecto Walter Gropius

Por tanto, es justo destacar la lucha de las mujeres por su emancipación y como la aparición del psicoanálisis ayudó a que los principales cambios se apreciaran sobre todo en las relaciones entre los sexos.

Aunque no podemos obviar que, aunque la época victoriana y su moral iban quedando atrás seguía habiendo intentos de la moral de prohibir a los jóvenes las prácticas sexuales libres. Cosa que contribuyó a que los jóvenes y los hombres, buscaran espacios al margen de la moralidad para la práctica sexual. El resultado fue que la prostitución fuera una terrible realidad en Viena. Por un lado, las mujeres burguesas estaban encorsetadas en una moral del matrimonio y de la represión, con una indumentaria que las obligaba a estar totalmente tapadas y a una rigidez antinatural. Muchas de estas burguesas eran las pacientes histéricas de Freud. En cambio, la moral se olvidaba por completo en las calles repletas de prostitución y como explica Zweig, 2016, los jóvenes tenían sobre todo miedo a la infección; pues una enorme población contraía la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual. Por supuesto nadie se preocupaba de las prostitutas que se encontraban en el último escalafón, las más proletarias. Y es que un ejército de prostitución se dividía en categorías, ofreciendo placer sin placer y en su andar de esquina a esquina iban dirigidas al camino inevitable del hospital[3]



ree

Hasta la primera guerra mundial hubo una enorme expansión de la prostitución por toda Europa. Existían numerosas casas de tolerancia, locales nocturnos, cabarés, bares con sus animadoras que ofrecían mercancía femenina a todas horas y a cualquier precio y las que no tenían más remedio que ofrecerse en las lúgubres calles del centro de Viena.

Y es que los conocimientos del sexo se adquirían o por las chicas que cuidaban a los niños o por los libros. Karen Horney una conocida psicoanalista cuenta que adquirió los conocimientos del sexo por los amigos, los libros y observando a las prostitutas[4].

No nos dejemos, pues inducir a error por las novelas y las historietas sentimentales de aquella época. Las chicas estaban separadas de lo público y bajo control familiar, frenadas en su libre desarrollo físico y mental. Una época que según S. Zweig, 2016, empujaba a los muchachos a secretos y disimulos por culpa de una moral que, en el fondo, nadie creía ni seguía.

Los hombres sentían impulsos sexuales y lo satisfacían con las prostitutas. En cambio, las mujeres lo tenían más complicado para poder satisfacer sus impulsos sexuales y estaban sometidas a una férrea educación moral lo que indudablemente era un enorme campo de investigación para las teorías sexuales de Freud.


[1] Citado en el artículo; P. de la Nuez. Las mujeres de los salones de la Viena de Siglo. 2021.

[2] Ídem.

[3] Citado en S. Zweig. El mundo de ayer. Barcelona, Acantilado. 2018.

[4] Citado en P. Gay. Freud. Una vida de nuestro tiempo. Barcelona. Paidós. 1990.

[1] B., Zuckerkandl. My life an history. Nueva York, A. A. Knopf. 1939.



Bibliografía

Appignanesi, R., & Zárate, O. (2015). Histeria. Una novela gráfica sobre Sigmund Freud y el nacimiento del psicoanálisis. Barcelona: ECC Ediciones.

Blom, P. (2010). Años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente, 1900–1914. Barcelona: Anagrama.

Decker, H. S. (1999). Freud, Dora y la Viena de 1900. Madrid: Biblioteca Nueva.

Didi-Huberman, G. (2007). La invención de la histeria. Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière. Madrid: Cátedra.

Ellenberger, H. F. (1976). El descubrimiento del inconsciente. Historia y evolución de la psiquiatría dinámica. Madrid: Gredos.

Gay, P. (1988). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Barcelona: Paidós.

Kandel, E. R. (2021). La era del inconsciente. La exploración del inconsciente en el arte, la mente y el cerebro. Barcelona: Planeta.

Osorio, L. M. (2018). Retrato social y cultural de Viena en la Belle Époque [Trabajo de Máster en Historia del Mundo]. Universitat Pompeu Fabra.

Roudinesco, É., & Plon, M. (2008). Diccionario de psicoanálisis (Edición actualizada). Buenos Aires: Paidós.

Roudinesco, E. (1988). La batalla de los cien años. Madrid: Fundamentos.

Schorske, C. E. (1979). Fin-de‑siècle Vienna: Politics and Culture. Nueva York: Alfred A. Knopf.

Zweig, S. (2018). El mundo de ayer. Memorias de un europeo. Barcelona: Acantilado.

De la Nuez, P. (2007). Las mujeres de los salones de la Viena de fin de siglo.

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page